San Carlos de Bariloche

Colonia Suiza

Curanto

Llegar a Colonia Suiza es adentrarse en un paisaje de ensueño, donde imponentes árboles cipreses y coihues se elevan hacia el cielo y majestuosos cerros delinean el horizonte. El aire puro, cargado del aroma de la naturaleza, invita a los visitantes a desconectar y sumergirse en un entorno pacífico. Las viviendas, mayoritariamente construidas en madera, se integran armoniosamente en el paisaje, rodeadas de animales domésticos que añaden un toque bucólico a la escena.

En el corazón de la Colonia, una encantadora plazoleta se convierte en el epicentro de la actividad local, ofreciendo una variedad de puestos donde los artesanos de la zona exhiben sus creaciones. Desde tejidos hasta tallados en madera, cada pieza refleja la rica tradición y el talento de sus habitantes. Este rincón de Colonia Suiza no solo es un testimonio de la cultura local, sino también un punto de encuentro para quienes buscan llevarse un auténtico recuerdo de este idílico lugar.

A fines del siglo XIX, en 1895, los primeros inmigrantes suizos se asentaron en lo que hoy conocemos como Bariloche y la Colonia Suiza. Estos pioneros no solo contribuyeron a la edificación de las primeras estructuras habitacionales de la zona mediante la explotación maderera, sino que también se dedicaron a la agricultura, cultivando cebada, avena, centeno y diversas frutas finas.

Muchos de estos inmigrantes, antes de establecerse en Argentina, habían vivido en Chile, donde adoptaron platos tradicionales como el curanto, una técnica culinaria araucana que implica cocinar alimentos bajo tierra con piedras calientes. Con el tiempo, esta receta fue adaptada a los ingredientes disponibles y al paladar local, incorporando pollo, carne roja y cordero.

Hoy, esta tradición culinaria se mantiene viva gracias a residentes como el Gringo Goye, quien con gran hospitalidad introduce a innumerables visitantes a esta práctica gastronómica. El curanto se realiza regularmente cada miércoles y domingo en la Feria Artesanal de la región. El proceso inicia con la preparación de un fuego en un hoyo poco profundo, cubierto con ramas de coihue y piedras. Sobre las piedras calientes se añaden ramas de maqui y se colocan diversos alimentos como carnes, papas, batatas, achuras y más. Todo se cubre con hojas de maqui, trapos y tierra, dejando solo una chimenea lateral abierta para permitir la combustión. Esta ceremonia no sólo ofrece un festín para el paladar, sino que también brinda una experiencia cultural auténtica y enriquecedora.